Cada vez le damos más valor a nuestras pertenencias, creemos que por comprar el teléfono móvil de última generación o el mejor coche seremos más felices. En realidad son cosas sin importancia. Los objetos, aunque sean muy caros y nos solucionen algunos problemas, nunca nos podrán hacer felices de verdad.
Pero no siempre hemos pensado así. Cuando éramos niños nos fijábamos menos en lo que teníamos y disfrutábamos más de lo que éramos. ¿No te acuerdas? Pues mira este vídeo, los chavales que aparecen en él nos dan una gran lección.
¿De verdad es tan importante un teléfono que puedes comprar en cualquier tienda? Por caro que sea, el precio da igual. Siempre nos hará más felices la sonrisa de un amigo, un paseo con nuestra mascota o pasar el tiempo con nuestra familia. Es lo que nos hace humanos; lo que somos y compartimos y nunca lo que guardamos en el bolsillo o en el cajón de nuestra habitación.
Si hubiese un incendio en casa y tuvieses que rescatar algo, ¿de verdad irías corriendo a por tu ordenador portátil? Piénsalo un momento; podrías ponerte en peligro a ti mismo y a las personas que quieres, ¡ningún objeto tiene más valor que un ser humano!
Parece algo muy claro, pero seguro que conoces a alguien que dudaría, o incluso tú lo has hecho al leerlo. No pasa nada, en estos tiempos que vivimos nos empujan a tener mucho cariño a lo material, por desgracia es normal. Eso sí, tampoco hay que ser extremistas, no hace falta renunciar a la tecnología, sólo saber utilizarla con cuidado.
Ahora lo importante es que estos niños te hayan hecho pensar, y que poco a poco puedas volver a ver la vida así.
Tenemos mucho que aprender de los más pequeños, nunca los subestimes.
David Trivín